En agosto, la ciudad descansa en ausencia de los que faltan. Hay un gran silencio en sus mañanas, se observan las aceras despejadas y los árboles derraman sus discretas hojas sobre la calle despoblada.
Calles que están esperando su próxima función. Una función de rutinas que habrá que asumir, romper, tragar o aniquilar. Rutinas con las que reconciliarse, rutinas que te descubren que tú vida te gusta, rutinas que estallan con el sonido del despertador. Unos llegarán con resignación y otros con alegría. Hay quienes huirían de su trabajo, de su hogar, de sí mismos. Otros sin embargo no.
Septiembre se abre paso entre edificios expectantes. El verano se va poco a poco.
Bienvenidos a la vida real, si es que existe...
"Me encantaría poder hacer "chas" y aparecer (por ejemplo) en Asturies y paladear un buen vaso de sidriña :)
Un mes... que se hace cuesta arriba...pero ya falta poco"