Beethoven entró en escena en un momento favorable de la historia. Vivió en una época en que surgían nuevas y poderosas tendencias en la sociedad humana que le afectaron intensamente y que se dejaron sentir en su obra. Como Napoleón y Goethe, Beethoven era hijo del tremendo cataclismo que fermentó durante todo el siglo XVIII y terminó por estallar con la Revolución Francesa. Nació en Bonn en 1770 y murió en Viena en 1827, ciudad que vio crecer y desarrollarse el gigantesco talento del músico alemán.
A pesar de que muchos aficionados consideran la Octava como una regresión en la carrera sinfónica de Beethoven (algo acomplejada entre las monumentales Séptima y Novena), hay que considerar que, pese a su apariencia, tiene muchas audacias de carácter armónico. Al contrario de las críticas y del poco éxito de público que alcanzó, el compositor sentía una gran estima por esta obra, que consideraba incluso superior a la Séptima.
Está escrita en su mayor parte durante el verano de 1812 en Bohemia, en un balneario a donde el compositor había ido a reponerse de una enfermedad intestinal. En este tiempo conoció a Goethe, personaje muy admirado por Beethoven, quien había compuesto en música varias de sus poesías. Aunque al poeta le interesaba mucho la música no llegó a comprender a Beethoven, ni a conocer la obra del gran músico.
Después de escuchar la Octava nos reafirmamos en que Beethoven fue todo un artista; después de él, ya nada pudo volver a ser lo mismo; había abierto las puertas a un mundo nuevo, pues este precursor ha terminado su obra allí donde terminan los límites del arte.
5 comentarios:
Nuria: estoy muy bien, muchas gracias. Deseando verte.
Besos,
Diego
jajaja no sé por qué me suena eso de la Octava....;)
Vinu, te suena... porq te tiene que sonar... jajajjajajaja
Es una obra maestra, pero tiene encima el sambenito que sufren las sinfonías pares de beethoven. Qué se le va a hacer.
Saludos
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