Yo me doy a la comedia porque
no me queda más remedio. Ayer iba a una fiesta y estuve un buen rato pensando
en mi flequillo, que es un tema menor en circunstancias normales, pero como
estaba yo un poco insegura y muy centrada en ponerme guapa, me parecía un
detalle esencial de mi existencia. Flequillo arriba, flequillo abajo, recto, de
lado, que me queda mal, que no tiene cuerpo, que tengo un flequillo triste, sin
personalidad, que se riza de un lado pero del otro no, que parece que he metido
los dedos en un enchufe, que ¿qué he hecho yo para merecer este flequillo? Lo
típico. Horas después conseguí dominarlo (pues buena soy yo cuando me pongo), y
sentirme más o menos guapa. Salgo a la calle yo monísima, peinadísima y tal, y
un coche atraviesa un gran charco justo a mi lado causando una especie de
tsunami de agua sucia que me cubre por completo sin darme tiempo a reaccionar.
Me mojó entera. Parecía que me había metido en una fuente vestida (como Anita
Ekberg en La Dolce Vita, pero venida
a menos). Oigo las risas de una pareja que venía detrás de mí y la chica me
dice: nunca había visto nada igual.
Bien, ya somos dos. Y llego a la
fiesta empapada y, lo peor de todo, con mi flequillo como si fuera una fregona
usada! No hay mucha interpretación de esta anécdota. Está claro que existe una
especie de justicia poética que en mi caso se pone en marcha cuando me tomo
demasiado en serio a mí misma, o cuando me dedico a alimentar mis miedos en vez
de acabar con ellos por inanición, o en definitiva, cuando me comporto como una
idiota.
Una vez tuve un padrastro (y pienso
registrar esta frase, porque me parece un gran inicio para una novela... Una
novela histórica por ejemplo). Bueno, estuve dando la coña con el padrastro una
semana, superpesada. Tengo un padrastro, cómo me molesta el padrastro, me duele
el padrastro, se me infecta el padrastro, esto del padrastro a ver si al final
va a ir a más, a ver si va a ser grave el tema... Unos días después, me fui a
patinar y me rompí la mano. La mano del padrastro, obviamente. Tuvieron que
operarme, ponerme una placa, rehabilitación y toda la movida. Evidentemente, el
padrastro pasó a ser un tema menor, que es lo que había sido siempre.
--Y la pregunta sería: ¿qué cosas son realmente importantes?
¿Qué tipo de causas merecen que nos las tomemos tan en serio? Creo que casi
ninguna de las que a diario nos preocupan. O sea, mi flequillo sí, claro, es un
tema importante con el que todos deberíamos estar concienciados, je, ¿pero, qué
otras cosas?
4 comentarios:
la magnitudes de los problemas son personalísimas, cada uno se ve afectado por las cosas que le afectan, valga la redundancia. toda magnitud empequeñece, eso seguro, por contraste, al lado de un problema serio. un padrastro es casi una bendición al lado de una rotura, por ejemplo, tus conclusiones son muy ilustrativas. el flequillo, sagrado, eso sí :P
Mira que me gusta este grupo y siempre me olvido de escucharle.
Un beso!
Hay que ver lo que cambian las prioridades e importancias a veces... Siempre he creído que hasta que no vaya solucionando las pequeñas cosas que me preocupan, las grandes no se solucionarán tampoco. Qué relativa es a veces la importancia. Me encanta esa canción, por cierto.
jjeje...
mi abuela tenia siempre en la boca un dicho que decia....
" lo poco espantan,...y lo mucho amansa"...
pues con esto...todo queda dicho...
es asi tal cual....
Un abrazo...¡¡¡
Déjame que te cuente
www.dejamequetecuente.net
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