domingo, 24 de junio de 2007

El fantasma de la Ópera.-


Lo mejor y lo peor que le puede pasar a una novela es convertirse en mito. Si se convierte en un mito tiene asegurada su difusión hasta que las modas cambien y envejezca el mito que tal novela vehiculiza. Porque los mitos mueren, como mueren los dioses y como mueren los hombres que los crean. Otro problema: toda novela mítica acaba no siendo leída, en parte porque todos conocen su línea argumental, y como lo fundamental de esas novelas suele ser eso, la gente se queda con el argumento (con el mito en sí, despojado de retórica), y olvida la novela que le dio origen y contenido.

El mejor ejemplo al respecto es Frankenstein : todo el mundo conoce la historia del monstruo pero poco se han acercado al libro de Mary Shelley y lo han leído desde la primera hasta la última página.

¿Le habrá ocurrido lo mismo a la novela de Gaston Leroux? Once adaptaciones teatrales, dieciocho películas y doce novelas deben su vida a El fantasma de la Ópera. Aceptemos que la versión que hace Gaston Leroux del hombre sin rostro ha tenido tanta fortuna como Frankenstein o Drácula. Poca gente no conoce siquiera parcialmente, la historia del hombre que vive bajo los suelos de la Ópera, en un infierno que recuerda el hades de los griegos, con su laguna Estigia incluida.

Si tuviera ahora que señalar dos temas que le dan profundidad mítica y mitológica a la historia del fantasma serían la rendición por la música, que en esta novela se convierte en la forma más depurada del amor y el deseo, y el tema del hombre sin cara, que conduce inevitablemente a la pregunta de qué significa tener cara.
¿Qué perdemos cuando perdemos la cara? ¿Es posible existir en una sociedad sin la faz que nos representa y que tradicionalmente es considerada como el espejo del alma?

Lévinas, filósofo, decía:”toda cara es una súplica” esta súplica, no solo suplica el deseo del otro sino que también suplica no ser agredida, no ser deformada, no ser destruida…Se sabe que es difícil matar a alguien al que le hemos puesto rostro, y por eso en la milicia se les enseña a los reclutas a pensar en un enemigo sin rostro. El enemigo no tiene cara, no puede tenerla. El enemigo es una pesadilla pero nunca una cara; entonces, ¿Podemos amar a alguien sin cara? ¿Sería posible?

2 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Estoy en ello.
Besos,
Diego

Anónimo dijo...

La primera vez q la vi fue en Madrid en el musical, y me parecio increible. Luego me compre los cd y me lei el libro. Por ultimo vi la pelicula y me parecio preciosaaaaa. Pero sigo prefiriendo el musical porq los actores fueron espectaculares.

Un saludo